Presentación
Sergio Pérez Cortés
Es un placer que la amistad me ha procurado y un honor académico presentar, al fin publicada, la edición de la tesis doctoral de Víctor Franco Pellotier. El texto que el lector tiene en sus manos proviene, en efecto, del mecanoscrito original. La tesis, que estaba a punto de ser defendida ante un jurado, había adquirido su forma prácticamente definitiva, aunque sin duda recibía aún correcciones finales. Se trata de un escrito considerablemente más extenso (alrededor de 395 cuartillas a renglón seguido) que el libro presente. Como es natural, el escrito tiene las características propias del género de tesis doctoral: un largo aparato demostrativo, cierta búsqueda de exhaustividad en los ejemplos, referencias a los antecedentes y al proceso mismo de investigación. El trabajo de edición ha consistido pues esencialmente reducir el número de ejemplos, evitar las reiteraciones, aligerar las demostraciones y, en unos pocos casos, realizar una síntesis de las ideas del autor. Confiamos que el lector se encontrará ante las ideas y los argumentos del autor mismo. En este trabajo de edición ha sido muy importante la excelente participación de Adriana Santobeña. Finalmente, la edición y la publicación de esta obra se deben a la iniciativa de un importante número de amigos de Víctor Franco. El libro refleja de este modo la amistad que Víctor supo sembrar durante toda su vida.
Pero no nos mueve únicamente la amistad, sino también la convicción de que el trabajo de investigación ofrece contribuciones significativas en las áreas de Antropología y Lingüística. A ello deseamos referirnos brevemente es esta presentación. El tema elegido: Oralidad y ritual matrimonial entre los amuzgos de Oaxaca, tiene dos rasgos sobresalientes: primero, es resultado de muchos años de trabajo del autor entre los amuzgos, en especial enfrentado a esa difícil lengua de la que existen pocas descripciones sistemáticas, y de la cual subsisten lagunas importantes en su descripción. En segundo lugar, el tratamiento del ritual matrimonial que ofrece, es original. No es, claro está, que los colegas antropólogos desconozcan el ritual, pero es notable la poca atención que han prestado a sus aspectos verbales, como si la lengua fuese un simple acompañante del gesto, de la coreografía, de la dramatización. El desafío era entonces centrar por completo la atención en el dispositivo lingüístico del ritual de petición de novia. ¿Cuáles fueron los resultados? Ante todo, que no hay forma de separar el ritual matrimonial de su ejecución verbal. La palabra pronunciada no es simplemente la ejecución, en soplos de aire, de lo que se realiza efectivamente en otro sitio. No se trata de un ritual establecido que, luego, es verbalizado. Por el contrario, es oralidad ritualizada en la medida en que la palabra es acompañada de expresiones escénicas, gestuales y dramáticas que, literalmente juntas, crean el significado ritual. Por eso es preciso recorrer el itinerario de la palabra hablada, momento a momento, frase tras frase, pues es en ese tránsito, y sólo en él, que el ritual se realiza. Ciertamente, el ritual requiere de agentes: los novios, el pedidor, la familia, pero estos actúan como portadores de la memoria sonora, de una herencia intangible pero permanente que uniendo las generaciones unas a otras permite la continuidad del grupo.
Para describir el dispositivo lingüístico que está activo en el ritual era preciso conocer de cerca la Teoría de la oralidad desde sus orígenes, en ese dominio particular que son los estudios clásicos, pues es ahí donde fueron desarrollados los conceptos fundamentales. Víctor logró un profundo acercamiento a las categorías creadas en torno a la investigación de la épica clásica. Entonces, se presentó una dificultad mayor: a diferencia de las tradiciones orales contenidas en la Ilíada o la Odisea, la petición de novia entre los amuzgos no se expresa en forma versificada, no posee ningún sistema métrico definido, y no hay en ella rimas, paralelismos o asonancias. El pedidor amuzgo parece expresarse en prosa cotidiana, en habla de todos los días, sin los soportes poéticos o rítmicos que tanta dignidad otorgan a otras ejecuciones orales como los rezos, las plegarias, los mitos o las letanías. A pesar de ello, la tesis logra probar que esos enunciados de apariencia trivial, repetitivos y a veces monótonos, obedecen en realidad a una técnica, a un dispositivo lingüístico formal cuyo fin último es convencer, persuadir o negociar, todo ello al interior de las reglas sociales del intercambio matrimonial. La petición es efectivamente un ritual de donación y contradonación, pero que se conserva y se perpetúa por medio de la palabra, de la “palabra que avanza” a medida que el arreglo de la alianza progresa.
Este dispositivo lingüístico descrito en el libro no se localiza en el código de la lengua amuzga y tampoco está inscrito en el habla cotidiana, sino en el mensaje. La tarea fue justamente construir, pues no existían en la bibliografía usual, ciertas unidades de análisis de ese discurso en prosa particular: Temas y episodios, fórmulas, fraseología y elementos rítmicos y retóricos. El libro se extiende ampliamente en la descripción de estos procedimientos. Se trata de probar que, como todo dispositivo lingüístico, la forma impuesta al mensaje es a la vez prescriptiva y limitante. Prescriptiva, porque ese mecanismo alojado en la memoria del pedidor de novias es lo que le permite articular períodos de elocución muy largos, tan extensos como es posible emitir con el más amplio soplo de la voz. Limitante, porque aunque hay el margen de variación que el pedidor puede realizar en su ejecución, está condicionado por el saber tradicional que aquél comparte con su auditorio. La prueba que se ofrece de que no existe más que la forma misma del mensaje, es que la reflexión que elaboran los pedidores sobre la ejecución no dista en absoluto de repetir, casi con el mismo lenguaje, lo que dicen cada vez que ofician el ritual: pensar sobre lo que dicen, los devuelve a lo dicho. El núcleo demostrativo de este libro consiste en llevar al lector a esta anatomía del proceso de composición oral, a los elementos de que el orador se vale para crear simultáneamente su mensaje y el ritual.
El agente de la composición es el pedidor de novias. Este ha acumulado en la memoria, sin que logre saber cómo, un almacén de temas y fórmulas a través de muchos años de escuchar a otros pedidores y de realizar él mismo el ritual. No tiene un discurso preparado previamente, pero cuenta con una serie de episodios y expresiones tradicionales, de construcciones hechas de paralelismos, de encabalgamientos para completar y reorientar frases, es decir, cuenta con una serie de mecanismos que le permiten añadir un elemento a otro. Un enunciado atrae al siguiente por analogía o por asonancia, por antítesis o semejanza: una frase hace eco a otra o la sugiere. El pedidor la hilvana o las entreteje, porque su propósito es hacer avanzar al ritual por los caminos de la palabra pronunciada. Para él, la necesidad de la siguiente línea está ya afirmada aun antes de que exprese la sílaba final de su enunciado. En síntesis, el pedidor tiene ante sí la tarea de vincular frases a gran velocidad las cuales, aunque participan de un campo semántico común, raramente son iguales una a la otra. Por ello cada ejecución es siempre diferente, mientras el ritual es siempre el mismo. Como sucede en el mundo de la memoria, la elocución reciente encubre tanto la elocución anterior como los cambios sufridos. El pedidor posee una técnica sencilla, pero específica y eficaz que lo distingue de otros especialistas de la palabra como rezanderos, curanderos, cuenteros o simplemente de aquellos que oportunamente cuentan un proverbio o una creencia. Los oradores amuzgos y su auditorio han desarrollado un discurso de petición de novias como algo característico en relación a otras formas de oralidad.
A fin de cuentas, todo el arte del pedidor de novias se orienta a la deliberación y a la persuasión que, desde Aristóteles, son elementos que pertenecen a la retórica, en sus géneros epideíctico y deliberativo. El autor tiene razón al asociar al pedidor amuzgo a esa tradición cuyos ancestros más lejanos son los grandes oradores clásicos. El pedidor busca alcanzar la persuasión y para ello lleva saludos, solicita perdón y benevolencia, subraya la importancia de lo dicho y previene de lo que dirá después, amortigua los conflictos, hace advertencias, distribuye avisos, elige responsables de la ceremonia y en general, pronuncia mensajes de reconciliación. Pero su objetivo no es solamente convencer a los padres y a la familia de la novia, sino también instruir a los individuos del comportamiento adecuado dentro del matrimonio. Se trata pues de dos grandes funciones retóricas: persuadir con la calma y la prudencia de la palabra y educar hacia el comportamiento deseado. Un mérito adicional de este libro es que nos permite observar una técnica que pertenece a muchas sociedades que confían a la palabra pronunciada sus actos solemnes y decisivos. Los procedimientos formales utilizados no son en general complejos, pero su sencillez no debe ocultar su eficacia. Para estas sociedades, en la que el escrito no ha permeado todos los dominios de la vida, la memoria y la palabra viva juegan el papel de enciclopedia comunitaria, es decir de depósito intemporal de los valores socialmente significativos.
La tesis central de esta investigación y su fuerza consiste pues en probar que el discurso ritual de petición de novia entre los amuzgos es resultado de un proceso de composición oral tradicional. El orador, poseedor más o menos consciente de dicha tecnología, establece el tiempo y el lugar ritual al formular el avance de la palabra, desde que inicia con las vistas hasta que concluye con los consejos. Su repetición se escucha, a veces idéntica, a veces diferente, porque retoma patrones y series de frases provenientes del tesoro común de la memoria colectiva y por ello su efecto de recreación es al mismo tiempo su eficacia en la persuasión. De este modo, se anuda la voz del pedidor con un mensaje que le trasciende y que se encuentra anclado en la tradición. Un mensaje intemporal reaparece y se renueva a la vez en el habla del individuo. No es siempre el mismo y sin embargo permanece porque le habla a su auditorio con la acumulación de la experiencia centenaria. Actualiza los valores del grupo, insertándolos en una corriente sin inicio ni final. Así, la palabra que va y viene, como solía insistir Víctor, con su pura fuerza simbólica y vinculante, sin ningún soporte escrito, mantiene unidos en la cultura amuzga a los presentes y a los ausentes.
Julio del año 2009